viernes, 27 de febrero de 2009

BORIS GODUNOV: ROMPIENDO LOS ESQUEMAS

Todo comienza en un teatro cualquiera de una ciudad sin determinar. Los espectadores van entrando poco a poco, a cuenta gotas, pero todo el patio de butacas, los palcos y el popular “gallinero” se van llenando al completo. La función teatral empieza; todo el alboroto inicial y los saludos rápidos a los conocidos se silencian. Estamos ante una obra más, con su clásica presentación en escena y personajes que dialogan entre sí con la normalidad que puede existir en un drama clásico de la literatura rusa: Boris Godunov de Alexander Pushkin. Lo único que llama la atención es el montaje del decorado, que nos da indicios de que estamos ante una obra fuera de lo normal. Se trata de un montaje audiovisual que, hasta a los más ignorantes en la materia, sorprende y admira de manera extraordinaria. No hay ningún tipo de mobiliario ni decorado, todo se basa en la proyección de una serie de montajes que sorprende por su absoluta realidad. Las proyecciones se van moviendo al mismo ritmo que los personajes y esto es realmente innovador. De repente, apagón de luces. Movimientos rápidos alrededor del público, sonidos inciertos. El lugar vuelve a iluminarse y por todo el teatro comienzan a correr encapuchados con vestimenta militar y, sobre todo, muchas armas y peligrosos explosivos. El líder del grupo habla directamente con el público para comunicarles que son víctimas de un secuestro y que pueden ir apagando sus móviles.

Entonces, es cuando empieza la verdadera obra teatral, por la que todo el público ha pagado una entrada. Y es que estamos hablando de un montaje de una de las compañías teatrales más famosas a nivel tanto nacional como internacional: La Fura dels Baus. La conocida compañía catalana está considerada actualmente como una de las más rompedoras e innovadoras del panorama teatral. Se caracteriza por la búsqueda de la implicación del público en el desarrollo de la obra y la ruptura con el espacio y el tiempo teatral en la puesta en escena de la obra. Por esta razón, muchos de los espectadores de Boris Godunov acabaron un poco decepcionados con esta obra. Realmente, no se llega a comprender que más esperaban de una obra como esta, en la que la crítica política y social es mucho más importante que esos cuatro o cinco actores disfrazados de terroristas. Simplemente, hay que olvidar cuando se asiste a este tipo de obras que somos espectadores y convertirnos, en cierto modo, en actores que protagonizan el papel de secuestrados y tener en cuenta que mucho de lo que se nos muestra no tiene otro objetivo que revelarnos como vivieron el secuestro las verdaderas víctimas. Este objetivo queda claro ya que la idea de Boris Godunov le surgió a su director, Alex Ollé, en 2002 tras el secuestro del teatro Dubrovka de Moscú por terroristas chechenos y su liberación, tres días después, por las fuerzas de seguridad rusas con un saldo de varias docenas de espectadores y terroristas muertos. Ollé se propuso desarrollar una obra en la que los espectadores viviesen de la forma más real posible el terror y la ansiedad que se produce durante un secuestro. Efectivamente, el carácter transgresor de la Fura se une a una intención moral clara. Por tanto, no sólo asistimos durante el desarrollo de la obra a todo un despliegue de elementos innovadores, también nos encontramos ante una oposición entre el teatro convencional, con la representación del clásico Boris Godunov, y el teatro más moderno y característico en toda la trayectoria de la compañía. De este modo, debemos destacar dos puntos fundamentales en este trabajo teatral: la escenificación y el trasfondo ideológico.

En cuanto al primer punto, conviene destacar no sólo las proyecciones utilizadas como decorados en las escenas de la obra clásica, sino también una serie de elementos que permiten no dejar ningún cabo suelto en la obra. Podemos resaltar la muestra de imágenes de los distintos espacios del teatro a los que el público no tiene acceso, pero que nos muestran escenas importantes para comprender mejor la acción, así como la reproducción de las conversaciones de supuestos espectadores con familiares para comunicarles el secuestro y sus miedos, o aún más duro las imágenes de otros espectadores acribillados a balazos. Todo ello con la única intención de dar más realismo a la situación de la que nos quieren hacer partícipes. Así mismo, impresiona la gran calidad del montaje con la reproducción casi cinematográfica de las reuniones de los órganos gubernamentales discutiendo sobre la solución del conflicto, donde entra en juego el segundo bloque importante de esta representación, la crítica ideológica. En estas reuniones se pretende hacer una crítica de las prioridades de los gobernantes a la hora de solucionar un conflicto: o la victoria sobre el terrorismo o la protección de la vida de las víctimas. Pero la crítica no sólo se centra en este ámbito, sino que se dan continuamente a lo largo de la función teatral. Se hacen ataques a la manipulación de la información por parte de los medios de comunicación al mostrarnos como una entrevista con los secuestradores, que hemos contemplado, ha sido completamente falsificada por los periodistas con la intención de justificar la decisión del gobierno. Otra idea clave de la obra es la contraposición entre el mundo de pobreza y marginalidad que se puede vivir en ciertas zonas del mundo y la tranquilidad de la vida de los “espectadores-secuestrados”, sobre todo, cuando la negociadora pide comida y bebida para las víctimas y el líder le responde que en su país no pueden casi comer. Y, por último, se ha de enfatizar en el tratamiento que se da en la obra al tema del terrorismo. Mucho se ha comentado sobre esta cuestión, ya que el desarrollo de los personajes ha dado lugar a una serie de dudas sobre la humanización del terrorista. No obstante, tenemos que tener en cuenta que se trata de mostrar estos personajes desde todos los puntos de vistas: el terrorista violento e irracional, el cerebral que pretende conseguir su fin sin necesidad de víctimas mortales, así como el indeciso e inmaduro que quiere arrepentirse cuando ve el cariz de los acontecimientos. No se trata de una humanización, sino de realismo en estado puro. No podemos ver la realidad sólo desde el punto de vista que nos interesa sino desde todos los existentes y esto, se puede deducir, es lo que trata de mostrar la Fura.

Para concluir, es necesario hacer hincapié en la necesidad de abrirnos a otras formas artísticas y culturales. Este tipo de teatro nos permite ver de manera más clara muchos contenidos, que en otro tipo de teatro más convencional nos puede costar más atisbar. Y, sobre todo, debemos agradecer que existan compañías teatrales que trabajen de una manera tan innovadora con el fin de crear nuevas formas en un género que puede dar mucho más juego del que se quiere sacar en ocasiones.